lunes, 27 de febrero de 2012

Un saludo a Christopher Hitchens

Hace poco tiempo murió el gran polemista, ateo insigne y prolífico escritor Christopher Hitchens. Es una pena. Y lo es porque el mundo ha perdido uno de los más corajudos defensores de la razón, del sentido común, de la inteligencia como motor y guía de nuestros actos. El declarado enemigo de las religiones no paraba mientes con tal de desenmascarar los embustes y las supercherías de tipos abominables o, en el mejor de los casos, confundidos o inocentemente manipulados por otros, quienes lucían desconcertados cuando veían sus creencias de toda la vida siendo demolidas impecablemente con argumentos, a estas alturas, de todas clases, no solamente racionales. Me explico respecto de esto último, a efectos de persuadir a las personas de lo nefasto de la religión (católica, fundamentalmente, pero no sólo ella) como fenómeno: si no concedes crédito a la crítica racional-científica de la religión, que arguye que no se puede creer en algo sin pruebas de su existencia, también existe la crítica emocional de la religión, que plantea que existen ciertos aspectos religiosos que son muy nocivos para nuestro equilibrio emocional (la idea de Infierno, la posibilidad del sufrimiento eterno, el concepto mismo del Demonio, el celibato, la idea de una supervisión permanente de nuestros actos y pensamientos por parte de Dios, el pecado original, la confesión, etc, etc.). Si eso no basta, remitámonos a la crítica moral de la religión, que nos indica que aquélla ha vertido más sangre humana que cualquier otra causa en la historia de la humanidad (Inquisición, Cruzadas, persecuciones religiosas, para señalar lo más grave, sin considerar otros factores como la pederastia, los abusos sexuales, la opresión de la mujer, la supresión del conocimiento humano y, no menos repugnante, su autoproclamada superioridad moral). Y, por último, aboquémonos a la crítica financiero-económica de la religión, que centra su ataque en la falta de humildad de los miembros cupulares de las Iglesias, constituyendo el caso más flagrante la Iglesia Católica, que olvidó rápidamente aspectos esenciales de la doctrina cristiana y que, hoy, luce con total descaro joyas, lujosos automóviles y oficinas, residencias palaciegas, obras de arte por montones, influencia política y, por si fuera poco, una insólita reserva de conocimiento en los Archivos Secretos del Vaticano, los cuales contienen, no me cabe duda, toda una serie de información, digamos, "sensible", que nunca está de más poseer en caso de crisis.
Habida cuenta de todo lo anterior, me parece inconcebible que alguien siga suscribiendo algo tan intangible como la "fe" como algo sólido y beneficioso para sus vidas, como un dogma que uno debe atesorar porque "me hace ser mejor persona". Existen otros vicios asociados a la religión, como el que acabo de describir: la hipocresía moral, que me lleva a, primero, juzgar a otras personas sólo porque no creen en lo que yo creo y, segundo, lo que hemos dado en llamar "pontificar", esto es, ver en el otro faltas que uno no percibe en su propio comportamiento, en circunstancias que existen, dándoles un sermón insufrible de "gran estatura moral". Mi punto aquí es que la religión altera lo que podríamos denominar la brújula moral de una persona, pues, como bien y sucintamente señaló el premio Nobel de Física Steven Weinberg, "la religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión siempre habrá gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas. Pero para que la gente buena haga cosas malas hace falta la religión". Por eso es tan necesario dar la pelea: porque este asunto ya no es trivial, como tampoco inofensivo, particularmente desde el incidente de las Torres Gemelas. Por nuestro futuro, constituye un imperativo moral desintoxicarnos de semejantes creencias, que han pesado demasiado tiempo en nuestras vidas y que, cierta y tristemente, nos han marcado.

So long, Mr. Hitchens: you are and will be missed!!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Propuesta decente

Como habrán podido apreciar los que han leído este humilde blog, la Política es tema recurrente de quien suscribe. Como resulta fácil despotricar contra los políticos -aunque sumamente agradable-, he querido detenerme un poco en posibles soluciones para frenar tanta algarabía y tanto desparpajo, porque, ¿han visto alguna vez a un político que pueda ocultar su alegría por estar donde está y por ganar lo que gana? ¿Han visto alguna vez un político que no esté pagado de sí mismo, casi pensando que lo que están "haciendo" (cuando lo hacen y si es que lo hacen) es de suyo noble e importante, y que no cabía esperar otra cosa del Destino en lo que a ellos concierne? Lo(s) ha visto, lo sé, pero son la excepción, no es verdad? I rest my case (perdón por el inglés en una columna en español). Pues bien, debemos parar tanta chacota, como también debemos evitar pensar que no podemos cambiar nada, que están muy lejos, que parecen inalcanzables. A lo más son gente encopetada y violenta, con ansias de figurar y de mandar, que han llegado al poder de la forma más fácil, expedita y onerosa que cabe. Y vuelvo a caer en lo mismo. Perdón. He aquí mis proposiciones:

1.- No absoluto a la reelección. El manido recambio generacional, y digo manido porque se habló de él en la pasada elección como quien no quiere la cosa (literalmente), no es que, simplemente, sea "sano" para la Política, es imperativo por varias razones: insufla de nuevas energías e ideas el debate, permite la entrada del coraje y del dinamismo, destruye el anquilosamiento, la comodidad y la conformidad, y perfecciona la labor parlamentaria, al hacerse a consciencia y en tiempos más cortos. Pero no nos quedemos ahí, porque eso quieren estos demagogos. Ellos aluden, los que aluden, a candidatear de vez en cuando a algún cabrito o cabrita con muchas ganas, tantas, que no vacilarían en obedecer la orden de partido para agradecer el cupo, la oportunidad, este manso regalo del cielo que es tener pega por 4 años sin fiscalización alguna, con regio sueldo por no hacer nada. Pues bien, el recambio está asegurado si no se permite la reelección bajo ningún concepto. Ya reza el adagio que las segundas partes nunca son buenas, lo que generalmente es cierto, pero segundas, terceras o incluso cuartas partes (hay tipos con 20 años en el Parlamento) garantizan un paupérrimo rendimiento. Creo que, con esta simple medida, apostamos por el renacer de la vocación de servicio público, últimamente tan desdibujada, tan ausente que ya nadie habla de ella o la exige, y que culmina con la idea a tono con estos tiempos: que hay que igualar los sueldos públicos con los privados para atraer a la mejor gente al Estado, como si fuese exactamente lo mismo, como si no hubiera ninguna diferencia de fondo, como si servir a un patrón o directorio por razones puramente económicas constituyera lo mismo que servir a todos los chilenos. 

2.- Voto voluntario: esta quimera, que no creeré mientras no la vea, es la democracia en estado puro. Tan puro que nadie va a ir a votar.

3.- Eliminación de la autodieta: esta idea no sólo concierne a la autodieta, sino a todas aquellas cuestiones, léase privilegios, permisos, horario de trabajo, entre otros, que nadie en su sano juicio dejaría al arbitrio de los mismos trabajadores. Las razones, a mi entender, son obvias y, aunque no tengo dudas de la honorabilidad y decencia de unos pocos, ése es justamente el problema: son unos pocos y, a estas alturas, nadie podría creer razonablemente que esto vaya a cambiar para mejor, además de constituir un insulto en un país pobre como el nuestro. ¿15 millones para un senador por 8 años? Ganan más que el propio Presidente de la República!!! ¿Y qué hacen que sea tan importante? ¿Las leyes que ellos mismos desprecian a la primera oportunidad? ¿Dónde está el retorno y cómo nos aseguramos de que hagan la pega? Es insólito y sólo tiene lugar en este rincón del mundo, donde la fiscalización ciudadana es una broma. Esta dieta no hace sino engordar los bolsillos de nuestros parlamentarios, es totalmente desproporcionada a nuestra realidad económica y resulta legítimo pensar que atrae a muchos indeseables, que no estarían ahí en primer lugar si se pagase una cantidad adecuada (¿un tercio, tal vez?). La pregunta, entonces, es cómo determinamos esto, y lo penoso es que cualquier solución del tema (se habla de una comisión independiente, de pago por día trabajado o proyecto presentado, etc, etc.) pasa por un proyecto de ley. Qué lindo es ser parlamentario!!!! 

4.- Revisión y reinvención de la actividad parlamentaria: creo que ésta es la idea que subyace en todas estas críticas, nada novedosas por cierto, de la mentada actividad. Y, a este respecto, no tengo esperanza alguna, porque es propio de nuestra inveterada idiosincracia el no defender nuestros derechos o exigir lo que es justo o razonable: nuestra mediocridad como pueblo ha consolidado esta situación, que ha de perpetuarse como corolario lógico de nuestro apocamiento e indecisión, de nuestra pobre opinión de nosotros mismos. Somos pencas y, como tales, tenemos gobiernos pencas y autoridades a tono. Vamos a cambiar eso.    

sábado, 27 de junio de 2009

Pasmo en la Modernidad

En tiempo de elecciones, este país es sumido por los políticos en una vorágine de carteles, frases hechas y súbito interés. Interés por usted, por mi, por todos aquellos inscritos en los registros electorales. Los demás no importan ni nunca lo han hecho, y ello es particularmente indignante en un país pequeño como el nuestro: esa indiferencia, que es pan de cada día, se nota mucho más.
La presente elección puso en el tapete unos cuantos temas pertinentes, como la renovación de los políticos, los derechos de los homosexuales y algunos más, no muchos más, como si este país no tuviera graves y serios problemas, que a ninguno de ellos le interesa solucionar. No se crea que, por creernos los ingleses de Sudamérica, por pretendernos jaguares, no somos en realidad una república bananera en toda regla: debajo de nuestras preciosas formalidades, rige la misma improvisación e inexperticia, la ley del mínimo esfuerzo, propia de países más cálidos, versión andina. Y es así cómo se encaran dichos problemas: sin método, sin nombres (algo insólito propio de nuestra burocracia), sin responsabilidad ni entusiasmo. Nos debe guiar la perfección al milímetro. No se puede soslayar el poco profesionalismo.
Es doloroso para quien escribe presenciar la cantidad tal de majaderías, cinismos e hipocresías que campean en la actividad. Ya somos prisioneros de estructuras partidistas, en esta "democracia" tan burda que tenemos, parchada e intervenida. ¿Alguien puede negar, a pesar de las frases grandilocuentes de nuestras autoridades, que nuestra república no es sino un remedo de sí misma, de lo que alguna vez fue? No puedo alegrarme por estas "fiestas democráticas" que tanto orgullo irrogan a los mismos de siempre, que son los únicos que ganan, cuando nos veo a los votantes desfilar por los distintos lugares de votación como animales al matadero, obligados, sabiendo que, si no hubiese tal obligación, otro gallo cantaría; que, si no mediasen amenazas legales, partes, multas, veríamos lo que realmente siente el electorado chileno de sus supuestos representantes; veríamos, dado el masivo ausentismo en las elecciones, cómo se propina la bofetada a la clase política que tanto se merece, la que ha mantenido y usufructuado de la explotación de los ciudadanos de Chile, anónimos e inseguros como somos, y que no ha hecho nada, NADA, por impedir la mala distribución del ingreso, una de las peores del planeta, y después se extrañan que tengamos tanta delincuencia, tanto bolsón de pobreza, tan poca cultura, tan poco respeto, tanto advenedizo caradura y tanto desamparo.













 

jueves, 25 de junio de 2009

La Derecha en Chile


Sostengo, y lo seguiré haciendo, que la religión es y ha sido nefasta para el ser humano. Que el supuesto consuelo que dice ofrecer no resiste análisis frente a las barbaridades que no la divinidad, sino pequeños pecadores de carne y hueso que se proclaman sus representantes, han cometido en su nombre. Que la guía del buen obrar que alegan proveer, el faro ético que dicen alumbrar, enfin, que son la reserva moral de nuestra humanidad, no es sino una tapadera para las más criminales intransigencias y fundamentalismos. Esto, además de falaz, resulta arrogante, por decir lo menos. Cualquier persona que dice obrar en nombre de Dios es tildada de loca, pues todo el mundo conviene en que sólo un oligofrénico declararía que Dios le habla. ¿Por qué, entonces, se aceptan sin más ni más todos estos falsos profetas que gustan de la idolatría y que nos dictan los términos en que hemos de vivir nuestras vidas? Hay veces en que duele ser humano.
A mi no me vienen con cuentos: la Iglesia Católica no hubiese durado dos mil años si no hubiese sido dúctil en sus planteamientos y maleable según las circunstancias. Que su actual postura - rígida, inflexible, indolente y totalmente irreal -, que yo llamaría desesperada, es la única admisible dada su historia y antiguedad. Claro está que han usufructuado al máximo del temor ancestral y atávico del hombre a lo desconocido; que han exprimido a más no poder la noción de que "podría" existir un Infierno, que "podría" haber un Juicio Final, y que, en este contexto, en estas crueles circunstancias, más vale prevenir que curar (claro que no habría cura posible si usted se abandona al pecado). Es decir, apelan, irónicamente, a nuestra racionalidad para ganar más adeptos o fieles espirituales (fieles a qué, que no a Dios o Jesucristo, es lo que me gustaría saber: creo, sin embargo y con bastante más probabilidad, que pasa por un asunto semántico, al exigir, como la fe, fidelidad a toda prueba o, más bien, contra toda prueba). Yo no sé quién inventó la propaganda (ésa que siniestramente desinforma, y cuyo mejor ejemplo es Goebbels y su Ministerio de Propaganda en la Alemania Nazi), pero estoy seguro que la Iglesia Católica tiene mucho que decir al respecto.
Pues bien, tan o más nefasta que esta Iglesia, que de Iglesia (del latín ecclesía: asamblea) no tiene nada, ha sido la Derecha, que la ampara en todas sus desviaciones y despropósitos. Entérense, empresarios y patrones, latifundistas y ejecutivos, que la división entre Estado e Iglesia data del Siglo Decimonónico.
¿Qué defiende la Derecha que sea noble y altruista? ¿Los principios de la Iglesia? ¿A la gente? ¿Cuáles son los postulados que le dan viabilidad política, que le permiten ocupar un lugar, o un escaño si usted prefiere, en la Adminstración Pública o en el Parlamento? ¿Su carácter mesiánico, que, sin duda, atrae a quienes dicen pertenecer al "rebaño" de la Iglesia? Eso no sería Política, en todo caso, y deja mucho que desear que busquen votantes en los templos y parroquias. ¿A qué juegan estos pelafustanes, que gustan de imponernos sus "valores" a todos los demás, con una arrogancia y obcecación increíbles, propias de los peores talibanes islámicos, ésos que, estoy seguro, estos señorones de la Derecha consideran primitivos y cegados? Ustedes juegan a lo mismo, señoritos y señoritas, sólo que a nivel occidental: con una opinión pública pendiente de sus actos, prensa "libre" (esto todavía no es una broma porque subsiste la libertad de expresión) y oposición activa, lo que no quita que sus objetivos sean mezquinos y malvados. A los talibanes, por lo menos, los justifica su fanatismo religioso. La Derecha en Chile no puede, no podría decir lo mismo, no podrían razonablemente admitirlo. La Derecha en Chile no tiene principios, tiene intereses.
No me abandona la impresión de que todo emprendimiento de magnitudes, toda actividad medianamente rupturista de tradiciones, todo ajuste social a tono con los tiempos que corren debe superar esta barrera derechista, pequeña y miope, y que debe rendirse prueba de blancura y pleitesía a estos defensores de la vida a ultranza. Esto último es bastante odioso e irritante, pues la evidencia de sus propios actos demuestra lo contrario. ¿Defendían la vida en dictadura? Resulta particularmente horroroso constatar que se alejaron de Pinochet no porque asesinaba compatriotas, sino porque robaba. Esto se condice con el espíritu corporativista y empresarial que anima a esta gentuza. ¿Qué más podría decir?
Podría decir que, en el debate sobre la píldora del día después, los malditos parlamentarios que firmaron la petición al Tribunal Constitucional que, en definitiva, prohíbe su distribución en los consultorios y que, con ello, condenan a toda una generación a reproducir el sufrimiento y los errores de sus padres, ahora se desdicen por razones electorales que les cuesta disimular, todo ello por principios y valores heredados, trasplantados desde la religión que tanto adoran y que ni se permiten cuestionar. Es indignante que defiendan un pequeño óvulo fecundado, que puede llegar a término o no, como lo más sagrado, y que, a la vez, como parece desprenderse de sus discursillos, les importe un rábano la gestación sana de ese óvulo, su consiguiente nacimiento en condiciones óptimas, su crianza y educación posteriores y, si tiene suerte en esta selva de cemento y no sucumbe a las paupérrimas condiciones de vida de las clases media y baja, cuyo establecimiento ha alentado la derecha, que obtenga un trabajo digno y bien remunerado que le permita vivir bien y tranquilo, y no uno en donde lo exploten, le paguen muy poco, lo hagan trabajar en pésimas condiciones, tenga que boletear por obligación, no se pueda sindicalizar y lo despidan apenas reclame por lo que es justo. Hemos de suponer que estiman más importante la protección del instante de la fecundación que toda una vida de inseguridades e incertidumbres, que valoran más el amparar a un recién nacido o a un proyecto de éste que al adulto en que se convertirá, y socorrerlo en todas las vicisitudes y desafíos que le tocará enfrentar: tal visión de la "vida" no es sino hipocresía y pura ruindad. Si existe un Dios, jamás la habría aceptado.

martes, 19 de mayo de 2009

Hombres de Confianza

Últimamente me ronda por la mente el tema de los cargos de confianza del Presidente de la República. Tengo entendido que constituyen casi ¡¡cuatro millares!!, aproximadamente, y que existe la intención de rebajarlos a 700, nada menos. Intendentes, gobernadores, directores y asesores varios que tienen demasiada ingerencia en nuestras vidas, que se alzan como autoridades sin pasar por el escrutinio público y de los cuales, casi siempre, no sabemos absolutamente nada. Pues bien, objeto su existencia por tres razones:
1. No creo materialmente posible que una persona, por más popular que sea, tenga tantas personas de su exclusiva confianza. Sé que es un eufemismo esta denominación, pero estas personas entrarán por la puerta ancha en la Administración Pública, y no sé si todos ellos se tomen esta entrada con la seriedad que corresponde, que honrarán la "confianza" depositada en ellos, pero creo que éste es el menor de los problemas que plantea el asunto.
2. Está claro ya que, a estas alturas, pues lo hemos comprobado, estos cargos sólo sirven para darle pega a la inmensa familia concertacionista y para agradecer ciertas gestiones de oscuros personajes, los mismos que sirven de chivo expiatorio cuando estalla el escándalo. No me cabe duda que esta bacanal de cargos también será provechosa y gozosamente usufructuada por la derecha, que no dice ni pío al respecto. Si incluso escuché por ahí que "la derecha no tiene con quién gobernar" en velada alusión a la generosidad laboral de nuestro Estado: no habría gente suficiente para ocupar tanta vacante.
3. No sé por qué se admite sin más la existencia de estos puestos sin abiertamente denunciar la flagrante violación al espíritu de una elección que supone. La lógica democrática implica una aplicación irrestricta del principio de "elección de los mejores o más aptos" para que ellos puedan, en representación de la sociedad toda, guiar los destinos del país. Es en virtud del voto ciudadano que debería producirse, en la teoría -ya que la democracia hace posible esto-, una depuración de los elementos que no están a la altura del cargo al que se postula, que se pueda tamizar este libre y fácil acceso a ser autoridad. Este enunciado, hoy por hoy, hace agua en dos maneras distintas: por la vía político-militante se restringe el citado acceso a las nuevas generaciones, frustrando el objetivo inicial (son siempre los mismos en una descarada travesía por distintas reparticiones, lo cual hace presumir de dichos personeros una inaudita competencia o capacidad o, simple pero más verazmente, que no tienen capacidad alguna, de ahí su rotación, hipótesis harto más plausible), y por la vía del tema que nos ocupa, transformando la gravitante elección en un asunto rutinario, la representación democrática en una farsa y nuestras autoridades en meros títeres de las cúpulas. Hoy más que nunca la Autoridad, la digna y verdadera, la que nos puede mover a hacer grandes cosas, brilla por su ausencia, y asistimos al triste desfile de funcionarios grises y anónimos, con mucha labia y poco seso, a veces ni eso, la real Administración Pública de apernados mediocres y displicentes que son los que efectivamente constituyen el pulso de este país, de nuestra política y de nuestra democracia.

miércoles, 15 de abril de 2009

M u j e r e s



Para Anita y Bárbara, mis pequeños amores y musas, con mucha devoción, esperanza y gratitud

Este tema es fundamental. Tiene tanta importancia en la encrucijada por venir como las otras decisiones que habrán de afrontarse si esta Humanidad desea perdurar. Las mujeres, nuestras madres y esposas, hijas, abuelas, primas, sobrinas, constituyen algo demasiado relevante como nuestra vida misma, caballeros, que ustedes son los que no entienden, son nuestra esencia, lo mejor de nuestra especie, las que realmente han moldeado, forjado y parido este mundo con verdadera inspiración, puesto que nosostros, los machotes, hemos estado en medio. Siempre las amaremos y necesitaremos, pero se las sigue despreciando y humillando por doquier, vil y cobardemente.

Esto no guarda relación con el reciente concepto de femicidio que se ha instalado en nuestra particular sociedad, que entiendo y comparto profundamente con dolor pero que, como hombre de ley, no puedo aceptar. No observo razón alguna para elevar la penalidad de un delito ya existente que lo sanciona, pues la vida es un bello y frágil presente y se nos ha dado a todos por igual. La vida de una mujer no es más valiosa que la de un hombre sino igualmente valiosa. Es esto lo que mis congéneres masculinos nunca han entendido en su única y trascendente dimensión: que seríamos un civilización mucho más avanzada y sapiente si ellas hubieran tenido su oportunidad al mando, como ya largamente se merecen. Por eso celebro que tengamos una Presidenta: por más que disienta de sus autocelebradas gestiones, nadie me quitará de la cabeza que incidentes como Curepto no hubieran tenido lugar con un Presidente, que jamás se osaría hacerle una cosa así a un hombre, meollo del asunto. Que se lo hayan hecho a nuestra Primera Mandataria, un hito histórico, lo hace aún más oprobioso y repugnante. Sin embargo, ya hemos empezado un viraje en el pensamiento que hace patente esta injusticia y que, a la postre, será vencida.

"Quisiera creer que hay un tiempo real, y que hombre y mujer pueden volverse a encontrar" dice Saiko en una de sus canciones. Nada más cierto, creo yo. Somos dos mitades de una misma entidad, de un cuerpo poéticamente celeste, como todo el Universo gusta de estructurarse y nos susurra, Ying y Yang, Bien y Mal, blanco y negro, pero de un negro que lo cubre todo, como una mitad sobredimensionada y sobrevalorada, que no cesa de imponerse. Y eso no puede ser, puesto que han sido Ellas, benditas ellas, las que nos han movido a actuar toda la existencia, nos han empujado a nuestro destino, a nuestro deber y razón, y nos han hecho entrar en ella también; las que llenan el concepto de amor y lo personifican; ellas, las creadoras de vida nada menos, que nos han inspirado y nos han insuflado de pura y ardiente pasión, esa misma que empleamos en nuestras mezquinas convicciones, algunas hasta religiosas, que reniegan de su valía, de su entereza, competencia, inmensa fortaleza y, ay! hombres necios!!!, hasta de su belleza. Basta de tanta crueldad retrógrada e insustentable, inaceptable y estúpida, de falsos dogmas que los guían a la autodestrucción, llevándoselas a ellas, inocentes, en el proceso: no les vaya a salir el tiro por la culata un día de éstos, y por cierto, más temprano que tarde. En eso confío, concita todo mi apoyo y ésa es mi apuesta.



domingo, 5 de abril de 2009

Money

Oh, el dinero. Para muchos de nosotros tan esquivo, tan elusivo. No imagino un método diferente para tasar el valor de las cosas, provisto que deban tenerlo, pero quisiera imaginarlo. Quisiera una alternativa.
Verán, tengo entendido que el valor del dinero circulante excede con creces el valor real de las cosas y, en ese caso, me parece que la función del dinero pierde su propósito original; y si dejamos al arbitrio de unos pocos fijar su valor, hacerlo fluctuar a su voluntad, se subvierte su naturaleza en favor de oscuros, ya longevos y, en la actualidad, digitales apetitos. El magnífico documental Zeitgeist advierte que, debido a esto último, debido a las triquiñuelas informáticas de los bancos del sistema de reserva federal norteamericano para aumentar nominal y cibernéticamente su capital con ocasión de los depósitos, el sistema en cuestión por esos lares tiene fecha de vencimiento, crónica de un muerte anunciada, lo que no me importaría mucho la verdad, que merecido se lo tienen, si no fuera por todos los demás, inocentes peones en las movidas de estos temibles tiburones del Norte, que vamos a sucumbir por la fe depositada (qué expresión más apropiada y, a la vez, impropia para el caso) en ciertos "principios" económicos que nunca consentimos adoptar y que similares escualos, nuestra propia versión criolla made in Chicago como punta de lanza, implementaron vendiendo nuestra maldita dependencia de aquél bajo cuerda y bajo costo. Su colapso, entonces, será el nuestro. Por si fuera poco, lamentablemente, la globalización económica hoy es un arma. Una que pone de rodillas a naciones enteras al amparo de la ley, hasta con magnánimas actitudes, pero fariseas intenciones, pues todo tiene un precio (provisto que deba tenerlo): no quiere dinero quien ya lo tiene todo.
El concepto de "libre empresa", que tan adecuado parece a la natural curiosidad e iniciativa humanas, hoy ha devenido en lápida del trabajador dependiente, o sea, la inmensa mayoría, pues la facilidad para constituir una sociedad comercial o razón social es inmoralmente utilizada por inescrupulosos "empresarios" para asestar un duro golpe al sindicalismo, última línea de defensa contra esta plutocracia galopante, del gobierno olvídense, multiplicando aquéllas ad infinitum cual monstruo de mil cabezas, una Hidra de Lerna corporativa más viva que nunca, una vez más triunfante mediante la artimaña, el resquicio y la artera puñalada por la espalda, tretas todas verdaderas piedras basales de las fortunas de muchos. 
A nadie le es indiferente la frase "negocios son negocios", pero sí parece serlo la licencia a la Moral y a la Ética que se desprende de su lectura. No necesito subrayar la gravedad de esto precisamente en este momento de crisis y dada la presente envergadura de los conglomerados económicos; tamaño poder, muy por encima, creo yo, del de la vida y la muerte, no puede predecir nada bueno. No puedo cifrar mis esperanzas y anhelos de progreso para todos, absolutamente todos, en una conjunto de instituciones que tengan viciada de tal manera su base que se permiten excluir de las reglas del juego mercantil aquellas que constituyen la espina dorsal, quiéranlo o no, de nuestras sociedades; que se permiten excluir la buena fe, la decencia, la honra, el honor, la lealtad, el respeto, la dignidad, la verdad y la fe que dicen profesar de sus actividades, que se permiten despreciar tantos valores que todos los demás estimamos sagrados y por los cuales nos regimos por pingües beneficios que pagan un estilo de vida que no sé qué tan bueno puede ser si se obtiene en esas condiciones; que se permite excluir tan fácil y expeditivamente a sus trabajadores a la primera oportunidad en que la sacrosanta ganancia se ve amenazada, cuando esta mano de obra por cierto constituye el verdadero corazón del emprendimiento humano y la razón de su existencia en primer lugar; que se permite desafiar arrogante, cobarde, subrepticia e impunemente a la Naturaleza, arriesgando el pellejo de todos y de futuras generaciones, a mi juicio lo más vil entre vilezas, pues hablamos de sus propios hijos; que se permite, en definitiva, simplemente excluir, acción que tanto repudio naturalmente nos causa y que, ahora más que nunca, no nos podemos permitir como especie, y que los motiva, dado que el club Quid Pro Quo no puede ser menos que, justamente, exclusivo.
El problema que se suscita respecto de nuestro sistema monetario es que, en aras del libre desarrollo del comercio humano, permite la libre acumulación de riqueza, lo que tenía que convertirse, no me cabe duda, en esta carrera por juntar dinero que ha de arreciar, pues está cerca su fin, el cual supondrá una aterradora dictadura económica. No puede negársele a la megacorporación el derecho a crecer, como se le concede al pequeño y mediano empresario, aún si es a costa de éstos, escenario más que probable, lo que desalienta naturalmente la tan cacareada competencia - concepto éste, supuesto combustible de la estructura, que tanto se pensó redentor y que tiene, a mi entender, serios reparos -, desarticulando por principio al sistema completo. Claro, ¿quién querría y podría competir con gigantes? La lógica indica que sobrevendría un monopolio que nadie podría intervenir, que siempre fue lo que quisimos evitar en primer lugar. 
En este estadio de la Humanidad y a riesgo de ser dramático, creo que estamos llegando a una encrucijada. Tarde o temprano, habrá que afrontar esta cuestión, algo deberá hacerse y una decisión tomarse, una que implique que el espíritu humano ya no transará más con la idea de ser transado.
Powered By Blogger