sábado, 27 de junio de 2009

Pasmo en la Modernidad

En tiempo de elecciones, este país es sumido por los políticos en una vorágine de carteles, frases hechas y súbito interés. Interés por usted, por mi, por todos aquellos inscritos en los registros electorales. Los demás no importan ni nunca lo han hecho, y ello es particularmente indignante en un país pequeño como el nuestro: esa indiferencia, que es pan de cada día, se nota mucho más.
La presente elección puso en el tapete unos cuantos temas pertinentes, como la renovación de los políticos, los derechos de los homosexuales y algunos más, no muchos más, como si este país no tuviera graves y serios problemas, que a ninguno de ellos le interesa solucionar. No se crea que, por creernos los ingleses de Sudamérica, por pretendernos jaguares, no somos en realidad una república bananera en toda regla: debajo de nuestras preciosas formalidades, rige la misma improvisación e inexperticia, la ley del mínimo esfuerzo, propia de países más cálidos, versión andina. Y es así cómo se encaran dichos problemas: sin método, sin nombres (algo insólito propio de nuestra burocracia), sin responsabilidad ni entusiasmo. Nos debe guiar la perfección al milímetro. No se puede soslayar el poco profesionalismo.
Es doloroso para quien escribe presenciar la cantidad tal de majaderías, cinismos e hipocresías que campean en la actividad. Ya somos prisioneros de estructuras partidistas, en esta "democracia" tan burda que tenemos, parchada e intervenida. ¿Alguien puede negar, a pesar de las frases grandilocuentes de nuestras autoridades, que nuestra república no es sino un remedo de sí misma, de lo que alguna vez fue? No puedo alegrarme por estas "fiestas democráticas" que tanto orgullo irrogan a los mismos de siempre, que son los únicos que ganan, cuando nos veo a los votantes desfilar por los distintos lugares de votación como animales al matadero, obligados, sabiendo que, si no hubiese tal obligación, otro gallo cantaría; que, si no mediasen amenazas legales, partes, multas, veríamos lo que realmente siente el electorado chileno de sus supuestos representantes; veríamos, dado el masivo ausentismo en las elecciones, cómo se propina la bofetada a la clase política que tanto se merece, la que ha mantenido y usufructuado de la explotación de los ciudadanos de Chile, anónimos e inseguros como somos, y que no ha hecho nada, NADA, por impedir la mala distribución del ingreso, una de las peores del planeta, y después se extrañan que tengamos tanta delincuencia, tanto bolsón de pobreza, tan poca cultura, tan poco respeto, tanto advenedizo caradura y tanto desamparo.













 

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