lunes, 14 de diciembre de 2009

Propuesta decente

Como habrán podido apreciar los que han leído este humilde blog, la Política es tema recurrente de quien suscribe. Como resulta fácil despotricar contra los políticos -aunque sumamente agradable-, he querido detenerme un poco en posibles soluciones para frenar tanta algarabía y tanto desparpajo, porque, ¿han visto alguna vez a un político que pueda ocultar su alegría por estar donde está y por ganar lo que gana? ¿Han visto alguna vez un político que no esté pagado de sí mismo, casi pensando que lo que están "haciendo" (cuando lo hacen y si es que lo hacen) es de suyo noble e importante, y que no cabía esperar otra cosa del Destino en lo que a ellos concierne? Lo(s) ha visto, lo sé, pero son la excepción, no es verdad? I rest my case (perdón por el inglés en una columna en español). Pues bien, debemos parar tanta chacota, como también debemos evitar pensar que no podemos cambiar nada, que están muy lejos, que parecen inalcanzables. A lo más son gente encopetada y violenta, con ansias de figurar y de mandar, que han llegado al poder de la forma más fácil, expedita y onerosa que cabe. Y vuelvo a caer en lo mismo. Perdón. He aquí mis proposiciones:

1.- No absoluto a la reelección. El manido recambio generacional, y digo manido porque se habló de él en la pasada elección como quien no quiere la cosa (literalmente), no es que, simplemente, sea "sano" para la Política, es imperativo por varias razones: insufla de nuevas energías e ideas el debate, permite la entrada del coraje y del dinamismo, destruye el anquilosamiento, la comodidad y la conformidad, y perfecciona la labor parlamentaria, al hacerse a consciencia y en tiempos más cortos. Pero no nos quedemos ahí, porque eso quieren estos demagogos. Ellos aluden, los que aluden, a candidatear de vez en cuando a algún cabrito o cabrita con muchas ganas, tantas, que no vacilarían en obedecer la orden de partido para agradecer el cupo, la oportunidad, este manso regalo del cielo que es tener pega por 4 años sin fiscalización alguna, con regio sueldo por no hacer nada. Pues bien, el recambio está asegurado si no se permite la reelección bajo ningún concepto. Ya reza el adagio que las segundas partes nunca son buenas, lo que generalmente es cierto, pero segundas, terceras o incluso cuartas partes (hay tipos con 20 años en el Parlamento) garantizan un paupérrimo rendimiento. Creo que, con esta simple medida, apostamos por el renacer de la vocación de servicio público, últimamente tan desdibujada, tan ausente que ya nadie habla de ella o la exige, y que culmina con la idea a tono con estos tiempos: que hay que igualar los sueldos públicos con los privados para atraer a la mejor gente al Estado, como si fuese exactamente lo mismo, como si no hubiera ninguna diferencia de fondo, como si servir a un patrón o directorio por razones puramente económicas constituyera lo mismo que servir a todos los chilenos. 

2.- Voto voluntario: esta quimera, que no creeré mientras no la vea, es la democracia en estado puro. Tan puro que nadie va a ir a votar.

3.- Eliminación de la autodieta: esta idea no sólo concierne a la autodieta, sino a todas aquellas cuestiones, léase privilegios, permisos, horario de trabajo, entre otros, que nadie en su sano juicio dejaría al arbitrio de los mismos trabajadores. Las razones, a mi entender, son obvias y, aunque no tengo dudas de la honorabilidad y decencia de unos pocos, ése es justamente el problema: son unos pocos y, a estas alturas, nadie podría creer razonablemente que esto vaya a cambiar para mejor, además de constituir un insulto en un país pobre como el nuestro. ¿15 millones para un senador por 8 años? Ganan más que el propio Presidente de la República!!! ¿Y qué hacen que sea tan importante? ¿Las leyes que ellos mismos desprecian a la primera oportunidad? ¿Dónde está el retorno y cómo nos aseguramos de que hagan la pega? Es insólito y sólo tiene lugar en este rincón del mundo, donde la fiscalización ciudadana es una broma. Esta dieta no hace sino engordar los bolsillos de nuestros parlamentarios, es totalmente desproporcionada a nuestra realidad económica y resulta legítimo pensar que atrae a muchos indeseables, que no estarían ahí en primer lugar si se pagase una cantidad adecuada (¿un tercio, tal vez?). La pregunta, entonces, es cómo determinamos esto, y lo penoso es que cualquier solución del tema (se habla de una comisión independiente, de pago por día trabajado o proyecto presentado, etc, etc.) pasa por un proyecto de ley. Qué lindo es ser parlamentario!!!! 

4.- Revisión y reinvención de la actividad parlamentaria: creo que ésta es la idea que subyace en todas estas críticas, nada novedosas por cierto, de la mentada actividad. Y, a este respecto, no tengo esperanza alguna, porque es propio de nuestra inveterada idiosincracia el no defender nuestros derechos o exigir lo que es justo o razonable: nuestra mediocridad como pueblo ha consolidado esta situación, que ha de perpetuarse como corolario lógico de nuestro apocamiento e indecisión, de nuestra pobre opinión de nosotros mismos. Somos pencas y, como tales, tenemos gobiernos pencas y autoridades a tono. Vamos a cambiar eso.    

sábado, 27 de junio de 2009

Pasmo en la Modernidad

En tiempo de elecciones, este país es sumido por los políticos en una vorágine de carteles, frases hechas y súbito interés. Interés por usted, por mi, por todos aquellos inscritos en los registros electorales. Los demás no importan ni nunca lo han hecho, y ello es particularmente indignante en un país pequeño como el nuestro: esa indiferencia, que es pan de cada día, se nota mucho más.
La presente elección puso en el tapete unos cuantos temas pertinentes, como la renovación de los políticos, los derechos de los homosexuales y algunos más, no muchos más, como si este país no tuviera graves y serios problemas, que a ninguno de ellos le interesa solucionar. No se crea que, por creernos los ingleses de Sudamérica, por pretendernos jaguares, no somos en realidad una república bananera en toda regla: debajo de nuestras preciosas formalidades, rige la misma improvisación e inexperticia, la ley del mínimo esfuerzo, propia de países más cálidos, versión andina. Y es así cómo se encaran dichos problemas: sin método, sin nombres (algo insólito propio de nuestra burocracia), sin responsabilidad ni entusiasmo. Nos debe guiar la perfección al milímetro. No se puede soslayar el poco profesionalismo.
Es doloroso para quien escribe presenciar la cantidad tal de majaderías, cinismos e hipocresías que campean en la actividad. Ya somos prisioneros de estructuras partidistas, en esta "democracia" tan burda que tenemos, parchada e intervenida. ¿Alguien puede negar, a pesar de las frases grandilocuentes de nuestras autoridades, que nuestra república no es sino un remedo de sí misma, de lo que alguna vez fue? No puedo alegrarme por estas "fiestas democráticas" que tanto orgullo irrogan a los mismos de siempre, que son los únicos que ganan, cuando nos veo a los votantes desfilar por los distintos lugares de votación como animales al matadero, obligados, sabiendo que, si no hubiese tal obligación, otro gallo cantaría; que, si no mediasen amenazas legales, partes, multas, veríamos lo que realmente siente el electorado chileno de sus supuestos representantes; veríamos, dado el masivo ausentismo en las elecciones, cómo se propina la bofetada a la clase política que tanto se merece, la que ha mantenido y usufructuado de la explotación de los ciudadanos de Chile, anónimos e inseguros como somos, y que no ha hecho nada, NADA, por impedir la mala distribución del ingreso, una de las peores del planeta, y después se extrañan que tengamos tanta delincuencia, tanto bolsón de pobreza, tan poca cultura, tan poco respeto, tanto advenedizo caradura y tanto desamparo.













 

jueves, 25 de junio de 2009

La Derecha en Chile


Sostengo, y lo seguiré haciendo, que la religión es y ha sido nefasta para el ser humano. Que el supuesto consuelo que dice ofrecer no resiste análisis frente a las barbaridades que no la divinidad, sino pequeños pecadores de carne y hueso que se proclaman sus representantes, han cometido en su nombre. Que la guía del buen obrar que alegan proveer, el faro ético que dicen alumbrar, enfin, que son la reserva moral de nuestra humanidad, no es sino una tapadera para las más criminales intransigencias y fundamentalismos. Esto, además de falaz, resulta arrogante, por decir lo menos. Cualquier persona que dice obrar en nombre de Dios es tildada de loca, pues todo el mundo conviene en que sólo un oligofrénico declararía que Dios le habla. ¿Por qué, entonces, se aceptan sin más ni más todos estos falsos profetas que gustan de la idolatría y que nos dictan los términos en que hemos de vivir nuestras vidas? Hay veces en que duele ser humano.
A mi no me vienen con cuentos: la Iglesia Católica no hubiese durado dos mil años si no hubiese sido dúctil en sus planteamientos y maleable según las circunstancias. Que su actual postura - rígida, inflexible, indolente y totalmente irreal -, que yo llamaría desesperada, es la única admisible dada su historia y antiguedad. Claro está que han usufructuado al máximo del temor ancestral y atávico del hombre a lo desconocido; que han exprimido a más no poder la noción de que "podría" existir un Infierno, que "podría" haber un Juicio Final, y que, en este contexto, en estas crueles circunstancias, más vale prevenir que curar (claro que no habría cura posible si usted se abandona al pecado). Es decir, apelan, irónicamente, a nuestra racionalidad para ganar más adeptos o fieles espirituales (fieles a qué, que no a Dios o Jesucristo, es lo que me gustaría saber: creo, sin embargo y con bastante más probabilidad, que pasa por un asunto semántico, al exigir, como la fe, fidelidad a toda prueba o, más bien, contra toda prueba). Yo no sé quién inventó la propaganda (ésa que siniestramente desinforma, y cuyo mejor ejemplo es Goebbels y su Ministerio de Propaganda en la Alemania Nazi), pero estoy seguro que la Iglesia Católica tiene mucho que decir al respecto.
Pues bien, tan o más nefasta que esta Iglesia, que de Iglesia (del latín ecclesía: asamblea) no tiene nada, ha sido la Derecha, que la ampara en todas sus desviaciones y despropósitos. Entérense, empresarios y patrones, latifundistas y ejecutivos, que la división entre Estado e Iglesia data del Siglo Decimonónico.
¿Qué defiende la Derecha que sea noble y altruista? ¿Los principios de la Iglesia? ¿A la gente? ¿Cuáles son los postulados que le dan viabilidad política, que le permiten ocupar un lugar, o un escaño si usted prefiere, en la Adminstración Pública o en el Parlamento? ¿Su carácter mesiánico, que, sin duda, atrae a quienes dicen pertenecer al "rebaño" de la Iglesia? Eso no sería Política, en todo caso, y deja mucho que desear que busquen votantes en los templos y parroquias. ¿A qué juegan estos pelafustanes, que gustan de imponernos sus "valores" a todos los demás, con una arrogancia y obcecación increíbles, propias de los peores talibanes islámicos, ésos que, estoy seguro, estos señorones de la Derecha consideran primitivos y cegados? Ustedes juegan a lo mismo, señoritos y señoritas, sólo que a nivel occidental: con una opinión pública pendiente de sus actos, prensa "libre" (esto todavía no es una broma porque subsiste la libertad de expresión) y oposición activa, lo que no quita que sus objetivos sean mezquinos y malvados. A los talibanes, por lo menos, los justifica su fanatismo religioso. La Derecha en Chile no puede, no podría decir lo mismo, no podrían razonablemente admitirlo. La Derecha en Chile no tiene principios, tiene intereses.
No me abandona la impresión de que todo emprendimiento de magnitudes, toda actividad medianamente rupturista de tradiciones, todo ajuste social a tono con los tiempos que corren debe superar esta barrera derechista, pequeña y miope, y que debe rendirse prueba de blancura y pleitesía a estos defensores de la vida a ultranza. Esto último es bastante odioso e irritante, pues la evidencia de sus propios actos demuestra lo contrario. ¿Defendían la vida en dictadura? Resulta particularmente horroroso constatar que se alejaron de Pinochet no porque asesinaba compatriotas, sino porque robaba. Esto se condice con el espíritu corporativista y empresarial que anima a esta gentuza. ¿Qué más podría decir?
Podría decir que, en el debate sobre la píldora del día después, los malditos parlamentarios que firmaron la petición al Tribunal Constitucional que, en definitiva, prohíbe su distribución en los consultorios y que, con ello, condenan a toda una generación a reproducir el sufrimiento y los errores de sus padres, ahora se desdicen por razones electorales que les cuesta disimular, todo ello por principios y valores heredados, trasplantados desde la religión que tanto adoran y que ni se permiten cuestionar. Es indignante que defiendan un pequeño óvulo fecundado, que puede llegar a término o no, como lo más sagrado, y que, a la vez, como parece desprenderse de sus discursillos, les importe un rábano la gestación sana de ese óvulo, su consiguiente nacimiento en condiciones óptimas, su crianza y educación posteriores y, si tiene suerte en esta selva de cemento y no sucumbe a las paupérrimas condiciones de vida de las clases media y baja, cuyo establecimiento ha alentado la derecha, que obtenga un trabajo digno y bien remunerado que le permita vivir bien y tranquilo, y no uno en donde lo exploten, le paguen muy poco, lo hagan trabajar en pésimas condiciones, tenga que boletear por obligación, no se pueda sindicalizar y lo despidan apenas reclame por lo que es justo. Hemos de suponer que estiman más importante la protección del instante de la fecundación que toda una vida de inseguridades e incertidumbres, que valoran más el amparar a un recién nacido o a un proyecto de éste que al adulto en que se convertirá, y socorrerlo en todas las vicisitudes y desafíos que le tocará enfrentar: tal visión de la "vida" no es sino hipocresía y pura ruindad. Si existe un Dios, jamás la habría aceptado.

martes, 19 de mayo de 2009

Hombres de Confianza

Últimamente me ronda por la mente el tema de los cargos de confianza del Presidente de la República. Tengo entendido que constituyen casi ¡¡cuatro millares!!, aproximadamente, y que existe la intención de rebajarlos a 700, nada menos. Intendentes, gobernadores, directores y asesores varios que tienen demasiada ingerencia en nuestras vidas, que se alzan como autoridades sin pasar por el escrutinio público y de los cuales, casi siempre, no sabemos absolutamente nada. Pues bien, objeto su existencia por tres razones:
1. No creo materialmente posible que una persona, por más popular que sea, tenga tantas personas de su exclusiva confianza. Sé que es un eufemismo esta denominación, pero estas personas entrarán por la puerta ancha en la Administración Pública, y no sé si todos ellos se tomen esta entrada con la seriedad que corresponde, que honrarán la "confianza" depositada en ellos, pero creo que éste es el menor de los problemas que plantea el asunto.
2. Está claro ya que, a estas alturas, pues lo hemos comprobado, estos cargos sólo sirven para darle pega a la inmensa familia concertacionista y para agradecer ciertas gestiones de oscuros personajes, los mismos que sirven de chivo expiatorio cuando estalla el escándalo. No me cabe duda que esta bacanal de cargos también será provechosa y gozosamente usufructuada por la derecha, que no dice ni pío al respecto. Si incluso escuché por ahí que "la derecha no tiene con quién gobernar" en velada alusión a la generosidad laboral de nuestro Estado: no habría gente suficiente para ocupar tanta vacante.
3. No sé por qué se admite sin más la existencia de estos puestos sin abiertamente denunciar la flagrante violación al espíritu de una elección que supone. La lógica democrática implica una aplicación irrestricta del principio de "elección de los mejores o más aptos" para que ellos puedan, en representación de la sociedad toda, guiar los destinos del país. Es en virtud del voto ciudadano que debería producirse, en la teoría -ya que la democracia hace posible esto-, una depuración de los elementos que no están a la altura del cargo al que se postula, que se pueda tamizar este libre y fácil acceso a ser autoridad. Este enunciado, hoy por hoy, hace agua en dos maneras distintas: por la vía político-militante se restringe el citado acceso a las nuevas generaciones, frustrando el objetivo inicial (son siempre los mismos en una descarada travesía por distintas reparticiones, lo cual hace presumir de dichos personeros una inaudita competencia o capacidad o, simple pero más verazmente, que no tienen capacidad alguna, de ahí su rotación, hipótesis harto más plausible), y por la vía del tema que nos ocupa, transformando la gravitante elección en un asunto rutinario, la representación democrática en una farsa y nuestras autoridades en meros títeres de las cúpulas. Hoy más que nunca la Autoridad, la digna y verdadera, la que nos puede mover a hacer grandes cosas, brilla por su ausencia, y asistimos al triste desfile de funcionarios grises y anónimos, con mucha labia y poco seso, a veces ni eso, la real Administración Pública de apernados mediocres y displicentes que son los que efectivamente constituyen el pulso de este país, de nuestra política y de nuestra democracia.

miércoles, 15 de abril de 2009

M u j e r e s



Para Anita y Bárbara, mis pequeños amores y musas, con mucha devoción, esperanza y gratitud

Este tema es fundamental. Tiene tanta importancia en la encrucijada por venir como las otras decisiones que habrán de afrontarse si esta Humanidad desea perdurar. Las mujeres, nuestras madres y esposas, hijas, abuelas, primas, sobrinas, constituyen algo demasiado relevante como nuestra vida misma, caballeros, que ustedes son los que no entienden, son nuestra esencia, lo mejor de nuestra especie, las que realmente han moldeado, forjado y parido este mundo con verdadera inspiración, puesto que nosostros, los machotes, hemos estado en medio. Siempre las amaremos y necesitaremos, pero se las sigue despreciando y humillando por doquier, vil y cobardemente.

Esto no guarda relación con el reciente concepto de femicidio que se ha instalado en nuestra particular sociedad, que entiendo y comparto profundamente con dolor pero que, como hombre de ley, no puedo aceptar. No observo razón alguna para elevar la penalidad de un delito ya existente que lo sanciona, pues la vida es un bello y frágil presente y se nos ha dado a todos por igual. La vida de una mujer no es más valiosa que la de un hombre sino igualmente valiosa. Es esto lo que mis congéneres masculinos nunca han entendido en su única y trascendente dimensión: que seríamos un civilización mucho más avanzada y sapiente si ellas hubieran tenido su oportunidad al mando, como ya largamente se merecen. Por eso celebro que tengamos una Presidenta: por más que disienta de sus autocelebradas gestiones, nadie me quitará de la cabeza que incidentes como Curepto no hubieran tenido lugar con un Presidente, que jamás se osaría hacerle una cosa así a un hombre, meollo del asunto. Que se lo hayan hecho a nuestra Primera Mandataria, un hito histórico, lo hace aún más oprobioso y repugnante. Sin embargo, ya hemos empezado un viraje en el pensamiento que hace patente esta injusticia y que, a la postre, será vencida.

"Quisiera creer que hay un tiempo real, y que hombre y mujer pueden volverse a encontrar" dice Saiko en una de sus canciones. Nada más cierto, creo yo. Somos dos mitades de una misma entidad, de un cuerpo poéticamente celeste, como todo el Universo gusta de estructurarse y nos susurra, Ying y Yang, Bien y Mal, blanco y negro, pero de un negro que lo cubre todo, como una mitad sobredimensionada y sobrevalorada, que no cesa de imponerse. Y eso no puede ser, puesto que han sido Ellas, benditas ellas, las que nos han movido a actuar toda la existencia, nos han empujado a nuestro destino, a nuestro deber y razón, y nos han hecho entrar en ella también; las que llenan el concepto de amor y lo personifican; ellas, las creadoras de vida nada menos, que nos han inspirado y nos han insuflado de pura y ardiente pasión, esa misma que empleamos en nuestras mezquinas convicciones, algunas hasta religiosas, que reniegan de su valía, de su entereza, competencia, inmensa fortaleza y, ay! hombres necios!!!, hasta de su belleza. Basta de tanta crueldad retrógrada e insustentable, inaceptable y estúpida, de falsos dogmas que los guían a la autodestrucción, llevándoselas a ellas, inocentes, en el proceso: no les vaya a salir el tiro por la culata un día de éstos, y por cierto, más temprano que tarde. En eso confío, concita todo mi apoyo y ésa es mi apuesta.



domingo, 5 de abril de 2009

Money

Oh, el dinero. Para muchos de nosotros tan esquivo, tan elusivo. No imagino un método diferente para tasar el valor de las cosas, provisto que deban tenerlo, pero quisiera imaginarlo. Quisiera una alternativa.
Verán, tengo entendido que el valor del dinero circulante excede con creces el valor real de las cosas y, en ese caso, me parece que la función del dinero pierde su propósito original; y si dejamos al arbitrio de unos pocos fijar su valor, hacerlo fluctuar a su voluntad, se subvierte su naturaleza en favor de oscuros, ya longevos y, en la actualidad, digitales apetitos. El magnífico documental Zeitgeist advierte que, debido a esto último, debido a las triquiñuelas informáticas de los bancos del sistema de reserva federal norteamericano para aumentar nominal y cibernéticamente su capital con ocasión de los depósitos, el sistema en cuestión por esos lares tiene fecha de vencimiento, crónica de un muerte anunciada, lo que no me importaría mucho la verdad, que merecido se lo tienen, si no fuera por todos los demás, inocentes peones en las movidas de estos temibles tiburones del Norte, que vamos a sucumbir por la fe depositada (qué expresión más apropiada y, a la vez, impropia para el caso) en ciertos "principios" económicos que nunca consentimos adoptar y que similares escualos, nuestra propia versión criolla made in Chicago como punta de lanza, implementaron vendiendo nuestra maldita dependencia de aquél bajo cuerda y bajo costo. Su colapso, entonces, será el nuestro. Por si fuera poco, lamentablemente, la globalización económica hoy es un arma. Una que pone de rodillas a naciones enteras al amparo de la ley, hasta con magnánimas actitudes, pero fariseas intenciones, pues todo tiene un precio (provisto que deba tenerlo): no quiere dinero quien ya lo tiene todo.
El concepto de "libre empresa", que tan adecuado parece a la natural curiosidad e iniciativa humanas, hoy ha devenido en lápida del trabajador dependiente, o sea, la inmensa mayoría, pues la facilidad para constituir una sociedad comercial o razón social es inmoralmente utilizada por inescrupulosos "empresarios" para asestar un duro golpe al sindicalismo, última línea de defensa contra esta plutocracia galopante, del gobierno olvídense, multiplicando aquéllas ad infinitum cual monstruo de mil cabezas, una Hidra de Lerna corporativa más viva que nunca, una vez más triunfante mediante la artimaña, el resquicio y la artera puñalada por la espalda, tretas todas verdaderas piedras basales de las fortunas de muchos. 
A nadie le es indiferente la frase "negocios son negocios", pero sí parece serlo la licencia a la Moral y a la Ética que se desprende de su lectura. No necesito subrayar la gravedad de esto precisamente en este momento de crisis y dada la presente envergadura de los conglomerados económicos; tamaño poder, muy por encima, creo yo, del de la vida y la muerte, no puede predecir nada bueno. No puedo cifrar mis esperanzas y anhelos de progreso para todos, absolutamente todos, en una conjunto de instituciones que tengan viciada de tal manera su base que se permiten excluir de las reglas del juego mercantil aquellas que constituyen la espina dorsal, quiéranlo o no, de nuestras sociedades; que se permiten excluir la buena fe, la decencia, la honra, el honor, la lealtad, el respeto, la dignidad, la verdad y la fe que dicen profesar de sus actividades, que se permiten despreciar tantos valores que todos los demás estimamos sagrados y por los cuales nos regimos por pingües beneficios que pagan un estilo de vida que no sé qué tan bueno puede ser si se obtiene en esas condiciones; que se permite excluir tan fácil y expeditivamente a sus trabajadores a la primera oportunidad en que la sacrosanta ganancia se ve amenazada, cuando esta mano de obra por cierto constituye el verdadero corazón del emprendimiento humano y la razón de su existencia en primer lugar; que se permite desafiar arrogante, cobarde, subrepticia e impunemente a la Naturaleza, arriesgando el pellejo de todos y de futuras generaciones, a mi juicio lo más vil entre vilezas, pues hablamos de sus propios hijos; que se permite, en definitiva, simplemente excluir, acción que tanto repudio naturalmente nos causa y que, ahora más que nunca, no nos podemos permitir como especie, y que los motiva, dado que el club Quid Pro Quo no puede ser menos que, justamente, exclusivo.
El problema que se suscita respecto de nuestro sistema monetario es que, en aras del libre desarrollo del comercio humano, permite la libre acumulación de riqueza, lo que tenía que convertirse, no me cabe duda, en esta carrera por juntar dinero que ha de arreciar, pues está cerca su fin, el cual supondrá una aterradora dictadura económica. No puede negársele a la megacorporación el derecho a crecer, como se le concede al pequeño y mediano empresario, aún si es a costa de éstos, escenario más que probable, lo que desalienta naturalmente la tan cacareada competencia - concepto éste, supuesto combustible de la estructura, que tanto se pensó redentor y que tiene, a mi entender, serios reparos -, desarticulando por principio al sistema completo. Claro, ¿quién querría y podría competir con gigantes? La lógica indica que sobrevendría un monopolio que nadie podría intervenir, que siempre fue lo que quisimos evitar en primer lugar. 
En este estadio de la Humanidad y a riesgo de ser dramático, creo que estamos llegando a una encrucijada. Tarde o temprano, habrá que afrontar esta cuestión, algo deberá hacerse y una decisión tomarse, una que implique que el espíritu humano ya no transará más con la idea de ser transado.

sábado, 4 de abril de 2009

Cese el fuego

Cambiar la táctica, damas y caballeros, es lo que debemos hacer. Pensar distinto es urgente. Hay que revisar la estrategia con que enfrentamos esta Nomenklatura económica y política que nos rige, reformular el cómo articulamos la crítica y canalizamos el obvio descontento, pues no creo que podamos albergar la esperanza de que vaya a cambiar o siquiera mejorar en lo que nos quede de vida así como vamos. Corremos un gran riesgo dejando pasar tanta canallada junta sin que los responsables ni siquiera sientan ignominia por sus acciones, y obviando el hecho manifiesto de que aquéllas tienen y han tenido lugar aún a pesar de todos los resguardos, sean éstos constitucionales, penales o electorales. Urge cambiar el enfoque. Decretar el cese al fuego. Loables son las intenciones, desinteresadas las voluntades, de todos aquellos que escribimos cartas a los diarios o publicamos humildes notas como ésta, sin más afán que un Chile más justo, denunciando, reflexionando, debatiendo, aportando; pero que, lo confieso, siento que apenas rasguñan la superficie de este sistema monolítico y cerrado, en que los ciudadanos sólo nos limitamos a votar a pedido de los mismos de siempre, en campañas que insultan nuestra inteligencia. No puedo aceptar que nuestro único papel en este maquiavélico entramado sea concurrir a las urnas para manifestar nuestro desaprobación cada cierto número de años, cuando el resultado de la gestión del político cuestionado deja mucho que desear y no se condice ni con el nivel de remuneración ni con la miríada de privilegios que se les granjea para un mejor desempeño. Algunos ni hacen la pega. Semejante despilfarro de recursos estatales no se justifica en un país del tercer mundo, como tampoco lo hace el que los problemas de índole económica, que siempre son obra de unos pocos, sean resueltos por el dinero de todos nosotros, y que, más encima, ellos exijan que se les ayude. Se les está pasando la mano. Nada nuevo bajo el sol.

Es por ello que debemos ser proactivos y colaborar con la autoridad en la resolución de nuestros problemas, siempre y cuando hayamos elegido personas de carne y hueso, probas, íntegras, competentes, y no pequeños dictadorzuelos que creen que su repartición (Ministerio, Servicio, Municipalidad, Dirección) es su parcela de agrado. En esto los partidos políticos han sido nefastos, porque le abren sus puertas a cualquier advenedizo con aires de grandeza, quien, impajaritablemente, se estima preparado para cualquier magistratura, cargo o sinecura, pues su vocación de servicio público está más allá de toda duda y él o ella piensa que merece recompensarla. Cuando las nociones de derecha e izquierda se difuminan, y ya no se trata de optar por una economía de libre mercado o por el Estado de Bienestar, el concepto mismo de partido político como instrumento para defender los principios y posturas políticas se vuelve obsoleto, y éstos se transforman en sólo símiles de un club deportivo de fútbol: todos quieren jugar o aspiran a hacerlo algún día. Estas nuevas tesis que han circulado para defender el intercambio de congresistas fallecidos por otros militantes del mismo partido refuerzan esta idea: no importa si los electores se pronunciaron por un candidato porque confiaban en él, en razón de sus ideas o, simplemente, porque el cartelito que lo promocionaba lo hacía ver honesto, trabajador o tincudo (respecto de las electoras). Es evidente que estas maquinaciones, porque no son otra cosa, violan el espíritu democrático y cualquier sentido de la decencia que la Política alguna vez tuvo, pues las personas no son intercambiables, no son meros cupos pertenecientes a una ideología o, mejor dicho, a una triste ficción que pasa por una. Además, esto desafía la lógica electoral o, en su defecto, el más elemental sentido común: que ocupe la vacante el segundo más votado y ya está. Pero me respetan a la gente y sus decisiones, como tanto les gusta declarar.

Si nuestros denodados esfuerzos por hacernos oír han naufragado lastimosamente, preciso es replantear la forma de objetar y de reclamar por los desaguisados de los personajes en cuestión. Cuando la gente empiece a entender que los políticos no son la solución de sus problemas - porque no es su rol, porque no tienen las capacidades o competencias necesarias y porque no todo pasa por la ley - y se organice cada vez más, cuando haga valer sus opiniones y argumentos, cuando comience a creer en sí misma e instale el respeto como condición sine qua non para la representación popular, este país saldrá adelante, y lo hará por sus propios medios, sin políticos facinerosos ni empresarios codiciosos que no han, en verdad, emprendido nada.



domingo, 29 de marzo de 2009

Política Cultural o La Cultura de la Política

Política: Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. 

Ya es unánime: el descrédito de la clase política es indiscutible. Todos pontificamos con esta verdad, del porte de una casa, y no hacemos nada para revertirlo. No hablamos aquí de temas sin importancia - éste vaya que la tiene, y en grado sumo - sino de nuestro futuro, nada menos. La ocasión, desgraciadamente, no podría ser mejor, cuando el impacto de una "crisis" en todas nuestras vidas y bolsillos realmente se hace sentir, algunas veces de manera catastrófica, y el tópico en cuestión, viejo como el hilo negro, distrae a lo sumo, me atrevería a decir, a nuestra remilgada y alicaída opinión pública, propia del país de dueñas de casa, muy respetables por cierto, en que nos hemos convertido. Nos tiran una teleserie o dos y es suficiente.

Y escribo crisis en comillas no porque descrea de su devastadora existencia para muchos que lo han perdido todo, sino porque me ha tocado asistir al triste espectáculo de nuestro gobierno corriendo a socorrer a los que, proporcionalmente, han perdido muy poco, poquísimo, respecto de los cuales no ha habido crisis ni por asomo, y éstos embolsándose descaradamente esta preciosa y por todos provista ayuda, que no era para ellos en principio y finalmente lo fue. Me hubiera gustado ver la misma enérgica cívica reacción contra los bancos que alegremente constaté cuando lo de las farmacias, que algunos, bastantes por lo que he podido apreciar, consideraron que fue poco castigo. A propósito de éstas, un extranjero notó su número en demasía en comparación con otras latitudes – lo que empeora la ofensa de aquéllas – y llegó a la espeluznante conclusión de que Chile es un “país de enfermos”. Les dejo la reflexión.  

¿Cómo elevamos el nivel de nuestros políticos? ¿Con cultura, léase resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos? Nuestro Parlamento tiene en sus filas hombres cultivados, lo que no les ha impedido transar con ciertos principios que uno consideraría como propios de la dignidad del cargo que ocupan y que honran el mandato de toda una sociedad. Ese bagaje cultural, justamente, es el que hace imposible que no sepan la gravedad y tamaño de la falta. Además, a mi parecer más grave, violan con su actuar el espíritu de la ley, el principio generador necesario para una ordenada y justa convivencia, para la tan vilipendiada pero, y en esto no hay que engañarse, imprescindible paz social. Todo sea por unos cochinos pesos y por pertenecer a una, me perdonarán, vasta basta elite que, a la primera de cambio, trafica alegremente con las influencias como si nada y le importa un carajo.

Clamamos por cultura cuando las condiciones para su adecuado desarrollo son deplorables: ¿qué cultura va a cuajar en este ambiente de universidades totalmente mercantilizadas, pervertidas en su naturaleza, privadas de su vital rol, verdaderas casas de estudio, que lucran con la información, y donde el profesional liberal, natural forjador del conocimiento y alguna vez digno en esta nación, se presta para la publicidad del negociado? ¿En que el Estado es el indispensable mecenas de las artes? ¿En que se aspira a burocratizar esa genuina, a veces emocionante expresión de sensibilidad que es la obra artística mediante un Ministerio? ¿En esta sociedad gris que acepta que unos bandidos pongan de moda la palabra mediocridad, con todo lo cruelmente lapidaria que es, porque íntima pero falazmente cree que es así? ¿Por qué la cultura debe ser "entretenida" cuando nunca antes lo fue? ¿Dónde está el saber en Chile? ¿Dónde la verdadera sabiduría de nuestro pueblo? ¿Por qué no partir por ahí?

 

jueves, 26 de marzo de 2009

Del Neoluminismo o La Nueva Ilustración

Me apasiona la Historia. El relato pormenorizado de grandes sucesos ancestrales, la narración que refiere los fascinantes derroteros de vidas pretéritas, me hace evocarlos vívidamente y puedo sentir el paso del tiempo. Leer sobre los enormes esfuerzos de nuestros antepasados ante circunstancias imposibles, sus empresas más difíciles, conocer sus sueños y ambiciones, ideas y miedos, en suma, sobre cómo el temple de la Humanidad ha sido puesto a prueba una y otra y otra vez y ha vencido, y cómo, también, ha fallado sangrienta y miserablemente, ha constituido un pasatiempo bastante inspirador, gratificante e instructivo. Vivimos sobre las ruinas de grandes hazañas y magnas epopeyas de hace muchísimo tiempo, que, las más de las veces, damos por sentado. Poder asistir al increíble y asombroso espectáculo de la supervivencia del hombre en la Tierra, examinar el legado y testimonio de su brutal y precaria existencia, es altamente recomendable, pues entraña no pocas lecciones. 
Una de ellas, a mi modesto entender, es que nunca el homo sapiens se ha encontrado completamente solo frente a su razón. El triunfo humano sobre la adversidad puede explicarse por una serie de factores, donde lo supernatural, lo religioso, ha tenido un rol justificadamente decisivo: en un ambiente hostil que amenaza el propio ser, pleno de incertidumbres, donde el desaliento campea a sus anchas, pervive en el ser humano esa hambre de respuestas, esa sed de consuelo que lo hizo mirar al Cielo y encontrar la fuerza necesaria para seguir. Las complejas vicisitudes que le tocó experimentar no le dejaron otra opción.
Mas hoy podemos ver el distante pasado con cierta reflexión, y podemos apreciar cuán equivocados estaban en sus convicciones al respecto: este es el único juicio posible para una civilización que progresa, que se dice progresar en su más fiel acepción del término, y la prueba es patente. Largas y penosas centurias sumida en la oscuridad, la experiencia humana casi fue sofocada por ínfulas divinas, y el consuelo ya no fue tal. Siento rabia en el cuerpo y frío en el corazón al indagar en aquellos tiempos, y aún hoy observar, los indecibles abusos cometidos por los representantes de Dios en la Tierra, aquél que es amor.
Y advino la llamada Ilustración, también llamada Época de las Luces o Iluminismo. Los angloparlantes la denominan Age Of Reason; quizá con el mismo espíritu pragmático llamaron a la Temprana Edad Media como The Dark Ages. No deja de ser sugerente esta asociación de ideas entre razón-luz y religiosidad-oscuridad. Raciocinio y sentido común van concatenados, y el obrar con inteligencia, o el permitirle obrar, es un signo claro de luminosidad, porque es lo mejor de nosotros. Y el Hombre fue artífice de su destino, pues, para mí, esto significó la madurez del hombre occidental, tan dado a cruzadas y fe religiosa, que empezó a pensar por sí mismo, y, a su vez, a cuestionar lo que lo rodeaba. El mundo se abrió para él, y él se abrió al mundo: fue una liberación del yugo eclesiástico que alcanzó a la ciencia y a las manifestaciones artísticas. Hubo arte, así, a secas. Nuevas ideas, algunas radicales, se abrieron paso. La ciencia, libre de ataduras, pudo desempeñar su papel: explicar nuestro entorno con verdad y no mística, y proveer de conocimientos que fueran de utilidad para el bienestar de todos. 
Esta época permitió que se volviese a confiar en el hombre, y que éste confiase en sí mismo, como ser capaz de determinar su presente y futuro, solo, ante el vasto Universo. Solo, como siempre "libre albedrío" se hubo de entender. Sobretodo, disipó el miedo paralizador, la culpa, el temor reverencial inoculado en las mentes y corazones de la feligresía: el Infierno ya no fue suficiente para controlar la masa, porque hombres ilustres y preclaros, con cierta autoridad, tendían a dudar de su existencia o, en el peor (¿mejor?) de los casos, hacían ver la manifiesta contradicción entre un Dios Padre amoroso y lo que un lugar como el Averno suponía para su imagen. Algo, se sentía, no andaba bien, y esto marcó el principio del fin, diría yo, de una larguísimo período en la historia humana de culto a lo sobrenatural, a una o varias divinidades, y que afectó, naturalmente, a su entonces "máximo exponente": la Iglesia Católica.
Porque, ciertamente, permitió que el escrutinio público y privado sobre sus actividades y elementos fundantes se acentuara. Y esto porque prácticas como la venta, algunas veces descaradamente pública, de cargos eclesiales e instituciones como la abominable Inquisición tuvieron su impacto, cómo no, en el sentir general de la sociedad, atacada transversalmente por este problema y casi herida de muerte. Resulta paradojal que la noción de inquirir sea diametralmente opuesta a la de fe, y que la misma naturaleza inquisitiva del hombre, verdadero motor de la ciencia, constituya en definitiva la base del movimiento secularizador que vino después y que, en la actualidad, ha alcanzado su punto álgido. El ateísmo hoy tiene su espacio en nuestra sociedad y lo ocupa por derecho propio. 
A nuestra era se le ha dado en llamar Era de la Información; yo la llamo Neoluminismo o la Nueva Ilustración. Nunca antes la Razón ha brillado con más fuerza, nunca antes la Verdad ha tenido mejor pronóstico, nunca antes la superestructura vigente y esclavizante ha sido tan tenazmente amenazada y nunca antes nos hemos sentido más   l  i  b  r  e  s   .




miércoles, 25 de marzo de 2009

Dignidad a la palestra

Francamente, no pasa un día sin que una nueva afrenta a nuestra dignidad se haga pública. Esta vez es la impresentable colusión de Farmacias Ahumada con otras cadenas de farmacias. Yo me pregunto, ¿alguien imaginaba que esto no era posible en cualquier orden de cosas económico? Si mi aliciente es la ganancia, y coludiéndome aseguro ingentes cantidades para mi bolsillo, ¿no es razonable esperar este tipo de comportamiento, máxime cuando beneficia a todos los involucrados? ¿En esto pensaban Milton Friedman y la escuela de Chicago cuando pontificaban sobre el laissez faire (dejar hacer) del mercado? ¿Cuándo dejamos que semejantes idiotas, con una supina ignorancia de la naturaleza humana, o peor, con plena consciencia de que, en lo tocante al dinero, el hombre se comporta como un depredador, manipularan un aspecto tan importante (desgraciadamente) de nuestras vidas? Ah, se me olvidaba, fue cuando Pinocho (el laissez faire en su máxima expresión). El Estado está para eso, ni más ni menos, para intervenir el mercado, pero no cuando los mismos de siempre ya dejaron la escoba. Seguro que les hierve la sangre cuando, más encima, los paquetes millonarios de dinero de todos nosotros van en rescate de estos bastardos, porque, si no lo hacen, la economía colapsa. ¡Que colapse, entonces! ¿No indica eso que el sistema es malo? No es posible que sigamos dándonos de cabeza con mecanismos que nos conducen al despeñadero de tanto en tanto y que debemos (debemos?) rescatar con la misma frecuencia. Los ricos, principales responsables de la debacle (como en casi todas las debacles), ésos que construyen su riqueza con la pobreza de todos los demás, ésos cuyo estilo de vida no ha cambiado un ápice gracias a las medidas de ayuda, ésos que se reparten el dinero de la ayuda entre ellos (AIG), ésos que reclaman ayuda, pero no ayudan, deben asumir responsabilidades mucho más serias que las habituales, es decir, ninguna. Clamo al cielo por el sufrimiento de la gente mientras esta canalla dorada sigue riéndose en nuestra cara. Ya se dijo una vez, y por algo se dijo: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos. Pero ya nadie cree en serio en estas patrañas, menos ellos (que son sorprendentemente píos, de no creerse: son despiadados en su negociados y con sus clientes pero le rezan a Tatita Dios, por si acaso existe, posiblemente para no perderlo todo).
Lamentablemente, el Estado ya está en manos del poder económico, y da lo mismo que exijamos a voz en cuello el fiel cumplimiento de su rol. Los políticos no son más que payasos que, al momento de los quiubos, esto es, de las elecciones, no trepidan en estirar la mano (no para saludar, precisamente o, más bien, solamente) para aceptar de quien sea un dinerito para preservar su statu quo. De esto ni Obama se salva (no espero mucho de él, sin embargo...). 
Es imperativo que tomemos consciencia (tan manoseada esta frase) de todos estos problemas que nos aquejan, que nos afectan de manera gravísima, porque es el primer paso para la destrucción del sistema. Y no llamo a la anarquía, sino a un uso inteligente de nuestros (no de ellos) recursos y a un respeto irrestricto e inflexible de nuestra dignidad.

martes, 24 de marzo de 2009

B i e n v e n i d a

En mi primera publicación, quiero dar la bienvenida a todos aquellos que empiezan a pensar distinto. En efecto, no puedo dejar de notar que empiezan a correr otros tiempos y otras líneas de pensamiento, que buscan cuestionar, así, a secas, lo que sea. Que se empieza a denunciar valientemente, en forma digna y honorable, con argumentos, todo aquello que atenta contra nuestra humanidad, nuestros anhelos y nuestra supervivencia. En este mundo en que somos números, consumidores, soldados, feligreses, clientes, en suma, pobres y tristes peones de unos pocos. Esta es mi pequeña contribución para un mundo nuevo, libre, limpio, inteligente y más humano.
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