Política: Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
Ya es unánime: el descrédito de la clase política es indiscutible. Todos pontificamos con esta verdad, del porte de una casa, y no hacemos nada para revertirlo. No hablamos aquí de temas sin importancia - éste vaya que la tiene, y en grado sumo - sino de nuestro futuro, nada menos. La ocasión, desgraciadamente, no podría ser mejor, cuando el impacto de una "crisis" en todas nuestras vidas y bolsillos realmente se hace sentir, algunas veces de manera catastrófica, y el tópico en cuestión, viejo como el hilo negro, distrae a lo sumo, me atrevería a decir, a nuestra remilgada y alicaída opinión pública, propia del país de dueñas de casa, muy respetables por cierto, en que nos hemos convertido. Nos tiran una teleserie o dos y es suficiente.
Y escribo crisis en comillas no porque descrea de su devastadora existencia para muchos que lo han perdido todo, sino porque me ha tocado asistir al triste espectáculo de nuestro gobierno corriendo a socorrer a los que, proporcionalmente, han perdido muy poco, poquísimo, respecto de los cuales no ha habido crisis ni por asomo, y éstos embolsándose descaradamente esta preciosa y por todos provista ayuda, que no era para ellos en principio y finalmente lo fue. Me hubiera gustado ver la misma enérgica cívica reacción contra los bancos que alegremente constaté cuando lo de las farmacias, que algunos, bastantes por lo que he podido apreciar, consideraron que fue poco castigo. A propósito de éstas, un extranjero notó su número en demasía en comparación con otras latitudes – lo que empeora la ofensa de aquéllas – y llegó a la espeluznante conclusión de que Chile es un “país de enfermos”. Les dejo la reflexión.
¿Cómo elevamos el nivel de nuestros políticos? ¿Con cultura, léase resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos? Nuestro Parlamento tiene en sus filas hombres cultivados, lo que no les ha impedido transar con ciertos principios que uno consideraría como propios de la dignidad del cargo que ocupan y que honran el mandato de toda una sociedad. Ese bagaje cultural, justamente, es el que hace imposible que no sepan la gravedad y tamaño de la falta. Además, a mi parecer más grave, violan con su actuar el espíritu de la ley, el principio generador necesario para una ordenada y justa convivencia, para la tan vilipendiada pero, y en esto no hay que engañarse, imprescindible paz social. Todo sea por unos cochinos pesos y por pertenecer a una, me perdonarán, vasta basta elite que, a la primera de cambio, trafica alegremente con las influencias como si nada y le importa un carajo.
Clamamos por cultura cuando las condiciones para su adecuado desarrollo son deplorables: ¿qué cultura va a cuajar en este ambiente de universidades totalmente mercantilizadas, pervertidas en su naturaleza, privadas de su vital rol, verdaderas casas de estudio, que lucran con la información, y donde el profesional liberal, natural forjador del conocimiento y alguna vez digno en esta nación, se presta para la publicidad del negociado? ¿En que el Estado es el indispensable mecenas de las artes? ¿En que se aspira a burocratizar esa genuina, a veces emocionante expresión de sensibilidad que es la obra artística mediante un Ministerio? ¿En esta sociedad gris que acepta que unos bandidos pongan de moda la palabra mediocridad, con todo lo cruelmente lapidaria que es, porque íntima pero falazmente cree que es así? ¿Por qué la cultura debe ser "entretenida" cuando nunca antes lo fue? ¿Dónde está el saber en Chile? ¿Dónde la verdadera sabiduría de nuestro pueblo? ¿Por qué no partir por ahí?